Imagino que no soy el único padre a quien su hijo le pide un vaso de agua antes de dormir. Lo curioso es que esto sucede momentos después de lavarse los dientes. Es decir, de tener la oportunidad de beber voluntariamente lo que el desease. Sin embargo no hay noche en que no se repita la misma cantinela: "papa, el agua". ¿Que sucede entonces? ¿Alguna súbita deshidratación nocturna relacionada con algún intrincado mecanismo fisiológico? Si esto fuese cierto, ¿porque no bebe tan solo un minuto antes en el lavabo, incluso cuando le hago tal sugerencia? Parece evidente que el vaso contiene algo más que agua: quizás una necesidad del niño para sentirse querido o, al menos, el centro de atención hasta en los últimos momentos de su quehacer diario.
En las pocas ocasiones en que se me olvida o en otras, he de reconocerlo, que me largo de la habitación y pongo a prueba su tenacidad pensando: “¿Se le habrá olvidado?”. No me he apartado un par de metros cuando el usual requerimiento atrona el pasillo. Sonrío, voy a la cocina, tomo un vaso y vierto agua en él. El niño, sonríe ya cayéndose de sueño y seguramente pensará: “me quiere y me sigue cuidando, ha pasado la prueba” o, en el peor de los casos pensará que me está amaestrando cual mamífero en pos de su recompensa. Prefiero pensar en la primera opción. ¿Qué piensan ustedes?
José
Director “Educar Bien”