martes, 17 de octubre de 2006

MAMA, VENDO COSAS QUE MATAN

Mamá, vendo cosas que matan a los niños”. En estos términos tan descarnados se expresaba este adolescente, precoz traficante y consumidor drogas, de tan sólo dieciséis años a su madre, esposa de un conocido industrial madrileño. Resulta llamativo mencionar que el chico no tiene una necesidad imperiosa de dinero dada la posición económica de sus padres ni su familia, aparentemente, padece algún desajuste que explique esta conducta.

Pocos días más tarde me encontraba sumido en una interesante conversación con altos funcionarios de una entidad dedicada a la prevención del consumo de drogas. En este tipo de reuniones, resulta natural sacar sobre el tapete ciertos temas. Uno de mis favoritos es, como no, el de la prevención del consumo de drogas. Muchos expertos nos hacemos la siguiente pregunta: después de tantos años y millones de euros gastados, ¿Cómo es posible que ahora existan muchos más consumidores que antaño?. Si casi todos conocemos los peligros de las drogas ¿porqué las consumimos?. En ese momento, como sincronizados por un extraño mecanismo de relojería, los tres contertulios comenzamos a quitarnos la palabra para, atropelladamente, dar nuestra personal explicación respecto a dicho empeoramiento de la situación. Este escenario no hubiese tenido nada digno de comentar excepto en que, sorprendentemente, todos estábamos de acuerdo sobre los componentes del caldo de cultivo.

Resultaba llamativo que prácticamente ninguno de nosotros acusara a algún entorno determinado del problema de drogas que nos rodea sino a una actitud general que parece habernos invadido. Quizás sea la cultura del placer inmediato de no saberse refrenar. El “sacrificio” en aras de alcanzar objetivos mayores no es un valor apreciado.

Pocas horas antes de escribir estas líneas he pasado cerca de un colegio y, en la esquina, unos 8 o 10 chicas y chicos enrollaban al borde la acera el siguiente porro. Sería fácil ensañarse con ellos y censurar ciegamente lo que estaban haciendo pero ¿tendrían algo mejor que hacer?. La respuesta obviamente es “si” pero, ¿alguien se lo ha mostrado?. No estoy tan seguro.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso que dice Gaona es cierto. Los padres solo piensan en divertirse. Lo normal es que los hijos salgan igualitos. Mi madre siempre me decía: "antes la devoción que el placer" (o algo así) ya me entendéis.

Saludos

Anónimo dijo...

Usualmente siempre se echa la culpa a los padres. Lo cierto es que ya nadie parece ser consciente del término "sacrificio". Creo que habéis puesto el dedo en la llaga.

Fanny. Huesca

Anónimo dijo...

Creo que los hijos de hoy son el fiel reflejo de la crisis actual de sus adultos si no cambiamos nuestros esquemas de valores nuestros hijos potenciaran y aumentaran ese modelo y asi sucesivamente alguien deberá cambiar el modelo en algun momento.Además pienso que la mayoría de los padres nos preocupamos mucho por nuestros hijos pero nos ocupamos muy poco de ellos.

Anónimo dijo...

Lo incréible del caso es que todos nos preocupamos solo ya, finalmente, ocurre algo terrible y la gente no hace mas que pedir aumento de penas. ¿Nadie se le ocurre prevenir?...¡pero si ya está ocurtiendo y nadie mueve un dedo !

Pilar, Málaga