lunes, 4 de junio de 2007

SOS: "ESTAMOS SIN COBERTURA"

Lo que voy a relatar ocurrió hace unas pocas semanas durante uno de esos puentes que, no se si afortunadamente, ocupan gran parte de nuestro calendario hispano. Coincidí, durante un viaje a Marruecos con otra familia entre cuyos componentes se encontraba una adolescente de unos 17 años de edad. Familia inquieta y con ganas de descubrir cosas. Sin embargo, ya desde un inicio observé cierto magnetismo entre el móvil de la chica y su mano: ambas parecía sufrir de algún mecanismo biónico que hubiesen provocado una fundición de tejido humano y metal. Ya fuese en el barco como en los distintos medios de transporte: coche, bus o simplemente caminando por la medina de Asilah los comentarios inundaban el ambiente: “Ah!, ya vuelvo a tener cobertura”, o bien en los redaños de Tánger: “La acabo de perder”. Expresión que podría haber significado, antiguamente, desde la pérdida de la honra hasta un simple y banal descuido.

Bajo preciosas cascadas de agua, su padre la indicaba continuamente: “Venga, fulanita, suelta el móvil que te voy a sacar una foto”. En otros momentos mendigaba el móvil de su padre, una vez acabado su propio saldo, para mandar un mensaje “importantísimo”. Los campos estaban florecidos en esa bella primavera que comparten Andalucía y el país vecino pero en la ventanilla se recortaba el paisaje y una silueta que ostentaba algo parecido a un móvil.

Lo que en principio me despertó cierta simpatía y sorpresa he de reconocer que pasó a la preocupación: el etéreo vínculo entre ella y el “más allá” no parecía diluirse bajo ninguna circunstancia. La chica era incapaz de desconectar, de disfrutar de su entorno y sentirse sola e independiente. A su favor imagino que podríamos decir que es una edad muy proclive a una íntima y desatada sensación de enamoramiento en el que la pasión se filtra dentro de nosotros mismos como arena entre los dedos.

A la vuelta, en medio del estrecho, mientras hacíamos de aprendices de vigías e intentábamos vislumbrar grupos de delfines o malogradas ballenas, llegamos a escuchar en tono muy alegre: “¡Por fin!”. Inmediatamente todos nos giramos para intentar disfrutar de los acerados lomos de los pequeños cetáceos y de sus curiosas miradas pero, allí estaba ella con el móvil en la mano: Movistar había recuperado a una de sus incondicionales feligresas.

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