martes, 8 de abril de 2008

EL PENSAMIENTO ÚNICO

Me resulta cada vez más inquietante cómo en los medios de comunicación se tiende a “uniformizar” las opiniones: parece que todo el mundo piensa de manera similar. Consideran que ciertos temas son “intocables” a la hora de discutirlos. Cuando se disiente, se tiende a descalificar al contrario, no desmontando sus argumentos sino en el terreno personal. Los “mass media” amplifican esta corriente ideológica sintonizando con la siguiente idea: “si no estáis conmigo es que estáis contra mi”. Pues no es necesariamente así. El pensamiento, evidentemente, no tiene que ser tan sólo bidireccional como en un básico episodio de “Barrio Sésamo”: “arriba o abajo”, “derecha o izquierda”, “blanco o negro”. Debemos enseñar a nuestros hijos a pensar y a ser rebeldes. A poner (casi) todo en tela de juicio. Crear nuevos argumentos para que ellos mismos lleguen a similares o desiguales conclusiones.
Hace pocos días mi hija de dieciséis años veía un debate, por no decir un fusilamiento, a cierta persona ausente de este programa televisivo que había osado comentar algunos aspectos sobre la sexualidad de algunos menores de edad. Estos seres de “pensamiento único” se reforzaban unos a otros en sus argumentos. Más aún, en ciertos momentos, alguno de ellos parecía querer superar los de otro contertulio y remontaba más todavía en el escalón del despropósito. Miraba, de reojo, a mi adolescente hija para observar su reacción hasta que, al parecer, no pudo más y dijo: “Pero Papá, eso que dicen no es cierto. Muchas de mis amigas disfrutan provocando a chicos que son mayores de edad”. Una pena que la televisión no sea interactiva y que los que, en ocasiones, estamos al otro lado de la pantalla, no podamos intervenir en directo. No es problema de posicionamiento político ni religioso, hay cosas que simplemente ocurren. La realidad no sabe de posiciones “políticamente correctas”. Afortunadamente.

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