miércoles, 8 de noviembre de 2006

EL PENSAMIENTO REALISTA PICA...PUES HABRA QUE RASCARSE.

Hace pocas semanas escribí unas cuantas líneas en este blog, basadas en una experiencia real ocurrida en esos días, tituladas “Mamá, vendo cosas que matan”. La frase, mezcla de elementos un tanto “naive” y muy duras por otro, reflejaba lo que un hijo adolescente había contado a su madre en la cocina de una suntuosa casa de uno de los mejores barrios de nuestra ciudad. Acto seguido, el chico abandonó la estancia sin proseguir el diálogo. No había sido, realmente, una conversación si no una advertencia: dijo aquello que le quemaba en su interior y se fue. Una pura llamada de atención no correspondida.

Ayer mismo vi personalmente a la madre del chico. Esta vez se encontraba destrozada porque, además de lo anteriormente relatado, otro de sus hijos, también menor de edad, había dejado embarazada a una chica que apenas alcanzaba los dieciséis años. Asimismo, este fin de semana pasado el precoz traficante de drogas había pasado sus primeras cuarenta y ocho horas en un calabozo de la policía. Un par de horas después de estas noticias me encontraba en una emisora de alcance nacional hablando sobre el “pensamiento realista”, uno de los componentes de la inteligencia emocional. Dicho así, suena a algo extraño a nuestra vida cotidiana. Quizás relacionado con las teorías de algún lejano filósofo o escritor de moda extranjero. Pues bien, este concepto es mucho más cercano a nuestra cotidianeidad de lo que suponemos.

El pensamiento realista hubiera empujado a la familia, hace un mes (o mucho antes) a tener una “asamblea” de emergencia cuando uno de ellos expresó que vendía drogas con objeto de poder analizar las causas y poner coto de manera inmediata a dicha conducta. Paradójicamente, nadie hizo nada excepto unas cuantas conversaciones banales cargadas de superficial preocupación pero de vacuos resultados. El miedo a que fuese verdad paralizó a la familia a la hora de tomar decisiones pero no respecto a otras actividades: el padre siguió haciendo vida normal como si nada hubiese sucedido: viajes de fin de semana, salidas nocturnas, cenas de negocios, etc. La madre comentó el caso con sus mejores amigas y con el que escribe estas líneas. Nada, no se tomaron medidas algunas. El temor a la verdad impidió ejecutar, justamente el “pensamiento realista”: “tenemos a un hijo con un problema muy grave y hay que actuar de inmediato, es nuestra máxima prioridad”.

Analizado, ahora, con la perspectiva del tiempo, irónicamente el único con pensamiento realista fue el adolescente quien avisó, claramente, de lo que sucedía. Fue una llamada de socorro: “Por favor, que alguien me haga caso, me estoy metiendo en un lío”.

El “pensamiento realista” resulta incómodo en ciertas ocasiones pero sumamente práctico. Eso sí, los padres pagaron a los mejores abogados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dicen que no hay mas ciego que el que no quiere ver y que es mas facil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio y asi es.Que facil es solucionar los problemas de los demas y educar a los hijos ajenos pero cuando hablamos de los nuestros todo cambia,los padres o algunos padres no reconocemos nuestra falta de capacidad para educar,que nos traicionan o nos pueden los sentimientos,porque es cierto que falta comunicacion, mucha.Creemos que lo sabemos todo,que ya hemos pasado por ello y sabemos lo que hay, que solo les pasa a otros lo malo...y que bueno... ya pasara, es la adolescencia y ya esta.Deberiamos escuchar mas a nuestros hijos y no solo escuchales sino tratar de comprenderles, ponernos en su lugar y en su mente para saber que es lo que sienten, dedicarles tiempo y dejarles acercarse a su manera sin presiones y sin prisa.Podriamos aprender tanto....y sobre todo ganariamos en confianza,en respeto,en convivencia.Ojala sea una de nuestras prioridades.